ANTONIO CASTILLO
Publicidad y Mercadeo (1982). Viaja a los Estados Unidos de América en busca de mayor experiencia y regresa al país (1985) con un marcado sentimiento de admiración por la biodiversidad de la naturaleza tropical. Fundó su empresa “GUAYUCO” con la filosofía de confeccionar ropa para el relax, en algodones crudos estampados con diseños originales a mano y hechos por él.
Conoce el sur de Venezuela, y decide aventurarse con su esposa e hijos a vivir un estilo de vida diferente en un lugar remoto en la Gran Sabana, “El Paují”.
En 1987 construye su casa / taller en las afueras del pueblo y desde allí, madura su trabajo artístico creando técnicas propias para lograr la expresión de la naturaleza a su modo particular. Funda la Casa de la Cultura de El Paují (1995) con apoyo de la Gobernación del Estado Bolívar y del Conac. Desde entonces, diseña y pinta para el mundo en su taller de la Gran Sabana, logrando posicionar sus trabajos exitosamente en el mercado nacional e internacional.
En Venezuela sus exposiciones en galerías de: Caracas, Margarita, Ciudad Bolívar, Santa Elena de Uairén y Boavista, (Brasil) le han hecho merecedor de una crítica muy positiva. Actualmente, se encuentra en Caracas, pintando selvas y bosques en pequeños y grandes formatos creando una expresión tangible de nuestra naturaleza tropical única.
LAS SELVAS DE ANTONIO CASTILLO
Antonio Castillo es un pintor que viene de la selva, de los últimos confines del territorio de Guayana, de “El Paují”, en los límites del Brasil. Allí construyó él mismo su casa, su obra como pintor, su conuco, y en parte, su vida, su familia, su mundo. Viene, también, de la dinastía de los Castillo, de Jorge, de Carlos, y de los jóvenes artistas que les siguieron a ellos. Ahora Antonio se vino a Caracas para que sus hijos sigan estudiando. Vino con el deseo de mostrar sus pinturas, sin saber dónde. Por eso se encuentra, mientras tanto, entre Caracas y la selva. Tal vez imaginariamente sigue en su selva.
Con tanta pasión selvática y naturalista como la suya, su pintura gira, por supuesto, alrededor del tema de la selva y de otros paisajes naturales de la región.
La mejor manera de conocer la selva y de compenetrarse con ella es, para Castillo, la de pintarla. Es la de vivirla a través de la pintura, que en su caso es pintarla casi hoja por hoja y árbol tras árbol, hasta que el bosque se pierda de vista. O que la vista se pierda en el bosque.
Aunque celebren y exalten la belleza del espectáculo selvático, no obstante, los paisajes de Antonio Castillo no intentan ser hiperbólicos. No son paisajes románticos, no son excesivos ni expresionistas. Su manera de expresar y de exaltar la fascinación que siente ante la selva consiste en describirla amorosamente en sus pinturas.
En su necesidad de aprehensión visual, de la realidad de la floresta radica la analogía que se advierte entre estas pinturas y dibujos de Castillo, y las obras naturalistas de los artistas europeos viajeros del siglo pasado en Venezuela.
No son “impresiones”, ni interpretaciones, ni visiones o sensaciones de la selva. Es una mezcla de lo que el artista ve y de lo que sabe de la selva. La veracidad, más que la verosimilidad (más que el parecer verdadero), de estos paisajes proviene de la cercanía y la compenetración del artista con la naturaleza.
De allí surge la empatía, el sentimiento de pertenencia (no de que la tierra le pertenezca, sino al contrario, que él pertenece a la naturaleza, forma parte de ella, vive de ella y en ella), y su actitud de defensa y preservación de la naturaleza, su conciencia ecologista. Por eso en sus obras la presencia de la sabana nos recuerda que la selva no es permanente.
Es difícil encontrar algún lugar donde la naturaleza se manifieste con mayor esplendor y plenitud que en los paisajes de la Gran Sabana. Esto es lo que intentan expresar las pinturas y los dibujos de Antonio Castillo.
Peran Erminy - Pintor Venezolano, Artista Plastico